Mi familia era como una familia italiana, esas de las películas, que hablan todos a la vez, que bailan, se enfadan y que cuando te despiertas con resaca de todo el barullo, necesitas descansar mucho.
Crecimos y ya llegábamos con resaca, no sabíamos demasiado el uno del otro, así que intentabas colar algo de lo tuyo, mirarte a los ojos, lenguaje morse infalible y te ponías al día en nada.
Es fácil de adivinar, que casi todos hemos consumido terapia.
Al mirar el dibujo, he dado gracias por la locura italiana de mi familia; pese a que la muerte se nos llevo a la abuela Antonia, con sus ciento tres años de vida ,se lo tomo con tiempo; el resto, seguimos por aquí, mayores unos más que otros y como manda la tradición, nos hemos reunido de nuevo.
Mi familia es como una familia real sin realeza. Hemos adaptado nuestro ritmo a la melodía de los años; en parte gracias a mi madre, una mujer a la que con setenta años le diagnostican Alzheimer y que nos sacude a lugares reconocidos e incómodos. Muerto el perro muerta la rabia, a falta de perro, nos enfadábamos con nosotros, entre nosotros...
Puede porque la rabia ha desaparecido, mi familia ha vuelto; mayor, sincera por simpatía; ( no empatía, palabra que no soporto ) mi madre no se calla ni una, no se enfada, tan solo dice lo que piensa y si le aburres te cambia el tema. Solo hay una cosa que le altera, un ruido que le llega si hablamos todos a la vez. Marido, hijos, nietos; hemos aprendido el limite y tiene su punto. Escuchas, participas de la carcajada, comes lo que has ayudado a cocinar, surgen conversaciones sin orden pero sabrosas; el tocarse sin miedo regresa, ella te invita y se contagia.
Porque, quien ha dicho que envejecer sea un acto de gilipollez; pensar que crecer es así de aburrido políticamente correcto e insultante... yo no quiero tener Alzheimer para dejarme de puñetas, quiero aprender de mi madre. Tal cual.
Así que en mi familia italiana, esas de las películas, la tecnología se aparca, la realidad supera la ficción y no te quieres perder el directo y el regusto agradable de tregua.
Alguien que en una mesa dice; que bonitas han pintado la nubes hoy ; merece una tregua un brindis y un a tomar por el culo tanta intelectualidad que nos ha dejado como para adentro, casi con vergüenza de sentir lo que sea, pero que sea ya.
Esa sensación me la llevo a mi casa, que cuando llueven piedras, pienso en las Nubes Coixet de mi madre y funciona.
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